Círculos. Siempre lo mismo. Un paso adelante…dos atrás…y no
avanza. No consigue avanzar en su lucha por…bueno realmente ya no sabe por lo
que lucha, sólo sabe que lucha. Probablemente contra sí mismo, contra lo que
piensa y le gustaría no pensar, contra lo que siente y le gustaría no sentir,
contra lo que desea. Anda en círculos,
perdido, sin saber cuál es su camino. Trata de andar hacia delante pero solo
consigue dar pasos de ciego. Solo quiere lo que cree merecer, pero la vida últimamente
le está enseñando que no siempre se tiene lo que uno merece.
Pero claro…luego está esto que llaman “destino”, y él cree
firmemente en que existe un destino, de hecho, cree saber cuál será el suyo,
pero, ¿por qué no llega?, ¿dónde anda entretenido, que no irrumpe victorioso
pagando a cada cual con su merecida moneda? Quizá no esté sabiendo leer las
señales que éste le manda. O quizá realmente la moneda que el merece es la
soledad. La más absoluta de las soledades. Esa en la que estás rodeado de gente
pero te sientes totalmente solo. Solo pero jodidamente acompañado y amarrado
por un cúmulo de circunstancias que lo están asfixiando. Sólo le apetece
escapar. Escapar, correr y gritar. Gritarle a más de uno lo que según él
merecen, hacer él mismo de destino, aunque solo sea un destino predicado por su
voz cansada.
Pero por otra parte observa. Observa a la gente que le
rodea, gente adulta, gente que ya peinan canas y cuyas arrugas evidencian la
experiencia que les avala. Esta gente le dice que tenga paciencia, que todo
llega a su debido tiempo, que a veces hay que tener fe y sacrificarse. Pero eso
le suena a Iglesia, a religión y a poner la otra mejilla, y él no es de esos. Él
no piensa poner la otra mejilla, pues no recuerda haber golpeado jamás la de
nadie…
Y prefiere quedarse con la opción del destino. Le suena
mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comentame algo!