jueves, 19 de septiembre de 2013

Círculos

Círculos. Siempre lo mismo. Un paso adelante…dos atrás…y no avanza. No consigue avanzar en su lucha por…bueno realmente ya no sabe por lo que lucha, sólo sabe que lucha. Probablemente contra sí mismo, contra lo que piensa y le gustaría no pensar, contra lo que siente y le gustaría no sentir, contra lo que desea.  Anda en círculos, perdido, sin saber cuál es su camino. Trata de andar hacia delante pero solo consigue dar pasos de ciego. Solo quiere lo que cree merecer, pero la vida últimamente le está enseñando que no siempre se tiene lo que uno merece.

Pero claro…luego está esto que llaman “destino”, y él cree firmemente en que existe un destino, de hecho, cree saber cuál será el suyo, pero, ¿por qué no llega?, ¿dónde anda entretenido, que no irrumpe victorioso pagando a cada cual con su merecida moneda? Quizá no esté sabiendo leer las señales que éste le manda. O quizá realmente la moneda que el merece es la soledad. La más absoluta de las soledades. Esa en la que estás rodeado de gente pero te sientes totalmente solo. Solo pero jodidamente acompañado y amarrado por un cúmulo de circunstancias que lo están asfixiando. Sólo le apetece escapar. Escapar, correr y gritar. Gritarle a más de uno lo que según él merecen, hacer él mismo de destino, aunque solo sea un destino predicado por su voz cansada.

Pero por otra parte observa. Observa a la gente que le rodea, gente adulta, gente que ya peinan canas y cuyas arrugas evidencian la experiencia que les avala. Esta gente le dice que tenga paciencia, que todo llega a su debido tiempo, que a veces hay que tener fe y sacrificarse. Pero eso le suena a Iglesia, a religión y a poner la otra mejilla, y él no es de esos. Él no piensa poner la otra mejilla, pues no recuerda haber golpeado jamás la de nadie…


Y prefiere quedarse con la opción del destino. Le suena mejor.

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