domingo, 19 de octubre de 2014

¿Comemos?

A mí hay sentimientos que se me están terminando. No sé...Es como si abrieses la despensa y te encontraras con que te faltan ingredientes. Huevos, por ejemplo. Son huecos vacíos, estantes donde antes había un bote de ésto, una tarrina de lo otro, una cajita de...
Vamos que tienes que hacer una buena lista de la compra porque ya no sabes de lo que te estás alimentando...

No sé si os lo habéis planteado alguna vez pero yo sí, y os traslado la reflexión, ¿Hay sentimientos que se regeneran o por el contrario algunos vienen con una cantidad asignada, como si fuese una cartilla de racionamiento que tienes que ir usando poco a poco, y que una vez que se acaba...se acabó?
Porque si es así yo desde luego estoy gestionando fatal. Vamos, que voy a necesitar un contable que me diga dónde estoy invirtiendo mis activos, y sobre todo, el porqué de ¡tanto pasivo!
A lo mejor (o a lo peor quizá), nuestro cuerpo, nuestra mente o nuestro alma tienen un tope. Un límite. Un marcador que les indica hasta dónde son capaces de aguantar, y si de repente, en una determinada circunstancia de tu vida te ves experimentando un sentimiento a niveles emocionalmente agotadores, pasado ese trance se acabó. Tu memoria emocional toma apuntes y marca en la agenda, en rojo, MAYÚSCULAS y subrayado  que éste o éste otro sentimiento se ha terminado, y que en el próximo inventario no está previsto asignarle presupuesto. Que no compensa. Que, en definitiva, no nos renta.

Sentimientos como la amistad. Yo lo tengo claro. Existe esa frase de: "amigos de verdad...con los dedos de una mano los cuentas y te sobran dedos". Realmente pienso que así es. Podemos tener colegas,"compis", camaradas, conocidos, aquéllos con los que te guste salir de fiesta, esos otros con los que adores charlar al calorcito de un café, los que comparten hobbies contigo, pero AMIGOS, amigos de verdad muy poquitos, y para ellos me guardo las reservas que me queden de tal valioso sentimiento.
Amor. Otra gran emoción y escasa en estos tiempos que corren. 
Me considero una enamorada del amor, de los amantes apasionados, de las locuras hechas por y para el amor, pero precisamente porque creo en él, tengo muy claro lo que entiendo por amor, y aunque ha costado mucho perfilar y tallar esa idea en mi cabeza y en mi corazón, tengo tan claro lo que entiendo por amor que no malgasto ni una gota de tiempo ni de fuerza si no atisbo la más mínima intención por parte de las personas que pretendan despertarme ese sentimiento, de hacerlo respetando lo que ello significa. Para todo lo demás...ya sabemos lo que hay y lo que puede haber.

Los sentimientos puros son finitos, y cada vez tengo más claro que lo son porque nacen en nosotros otros sentimientos que hacen que lo sean.
El amor va franqueado por el desamor y sus derivados. La amistad se resguarda en un caparazón de decepción y traiciones inesperadas. La culpa, el dolor, el resentimiento, el miedo...todos estos son sentimientos que, mal gestionados,  pueden convertirse en infinitos, y limitarnos en poder sentir otros que son mucho más gratificantes y sanos.

Pero en definitiva resulta que tampoco pasa nada por dejar en ocasiones la nevera vacía o la despensa tiritando. 
Cambiamos nuestro menú. Nuestros platos y postres ahora son más minimalistas quizá, más caros incluso, pero definitivamente también más selectos. Aunque hay quien se tira a la comida basura, todo puede pasar.
Pero estoy casi segura de que en algún momento, cualquier día y ante el escaparate de cualquier humilde tiendecita sin pretensiones, sin IVA al 21% ni ofertas del ultima hora, echamos en el carro ese producto que tanto hacía que no nos permitíamos llevar a la boca. De esos momentos en que nos encontramos con el tipazo perfecto para comer sin conciencia, sin mirar la carta de precios ni lo que llevamos en la cartera. Uff...¿Qué hambre de repente no? Mejor será callarse que es la hora del aperitivo y las cervecitas, y es malo picar entre horas, y con estas temperaturas la operación bikini quizás quedó ya atrás, pero no hay que despistarse pues pronto se acerca la operación ¡¡polvorón!!. ¡Buen provecho mi gente!

jueves, 14 de agosto de 2014

Vacaciones ¿productivas?

Un título algo sospechoso el que he decidido dar a este post, ¿verdad? ¿Pueden, o mejor dicho, deben ser productivas las vacaciones?

El término vacaciones puede llegar a perder parcial o totalmente su sentido si va acompañado de cualquier adjetivo que haga referencia a la productividad o al provecho de dichos días para algo que vaya más allá del trasnoche, de esa cada vez más peligrosa y tanoréxica persecución del bronceado veraniego, de largas siestas, todo ello acompañado de una exagerada ingesta de calóricos alimentos, fiesta, playa, relax, etc…

Bien pues, debo decir que después de semanas, casi meses, sin publicar absolutamente nada, el hecho de que lo esté haciendo durante mis estivales días de descanso ya implica cierta productividad en mis vacaciones sin que éstas hayan perdido ni un ápice de su sentido más literal, pues han dado para mucho, incluyendo todo lo anteriormente descrito.
Me han hecho falta estos días de parón para poder estar haciendo ésto justo ahora, ya que siendo más sincera de lo que probablemente debiera, (rasgo que me caracteriza, muy a mi pesar) he de confesar que en estas últimas semanas estaba tan sumamente bloqueada que no tenía, no podía o no sabía expresar nada con demasiado peso o coherencia.

He comenzado a escribir, y he tirado y arrugado folios una y otra vez, y nada de lo que conseguía articular me llenaba ni me convencía. No sabía el porqué y era muy frustrante ya que normalmente mis post vienen a ser conclusiones/lecciones/conversaciones que creo que muchas personas pueden tener consigo mismas y que me gusta compartir con aquéllos a los que pudiera resultar de utilidad, a la vez que me servía a mí misma como forma de plasmar mis propias reflexiones y asimilarlas de mejor manera.
Hasta el punto en que llegué a plantearme la idea de que el “karma”, algo en lo que, confieso, creo profundamente, debía estar seriamente enfadado conmigo, pues se estaba olvidando de instruirme como venía regularmente haciendo.


Volví a leer y releer mis post antiguos, tratando de encontrarme en ellos, y me pude percatar de que en muchos de ellos, quizá en la mayoría, se vislumbra una cierta y arrogante nota de “yo sé lo que me digo, señores”. Bueno, no sé si arrogante sería un adjetivo que defina mi personalidad, creo que no, pero todos en alguna ocasión podemos pecar de ello, y la verdad es que todos esos post con lecciones o conclusiones que he creído ir aprendiendo con el tiempo, los finalizaba lanzando al aire algún consejo o recomendación para los demás.

Y ahí me hallaba yo, rompiendo folios cual máquina trituradora, leyendo pensamientos y sentimientos pasados, y sin ser capaz de saber lo que siento ni pienso actualmente respecto a las cosas más trascendentales de la vida…y sintiendo que ahora era yo quizá la que necesitaba de esos consejos.
Fue justo entonces cuando dieron comienzo mis ansiadas vacaciones.

“Si Mahoma no va a la montaña…”, la montaña iría en busca de Mahoma y le diría que dónde se mete últimamente, que anda perdido en caminos que no lo están llevando a ningún destino conveniente.
Y en ese camino de “búsqueda vacacional”, mi perspectiva de las cosas de repente se ajustó. Ver las cosas desde fuera te permite obtener una mejor perspectiva y captura de la realidad, y es entonces cuando tus “fotos” trasmiten la verdad…



Te dejas llevar por el ruido del oleaje mientras sientes en la piel el calor de la arena. Buena música de fondo como fórmula siempre perfecta para amenizar cualquier momento.
Las amistades de siempre, las que sin hablar ya te conocen y no te juzgan, las que te abofetean con su sinceridad de la manera más cálida y sensible.

El calor de tus familiares más cercanos, del pararte a ver que ellos también necesitan de ti, y de tu sonrisa, y disfrutar de su apoyo y de que éste sea mutuo, y de sus ojos sinceros reforzados con una arrugada sabiduría.

Copiosas y tradicionales comilonas, de esas típicas de las abuelas (léase aquí, entre otras, unas “poleás” pa´ perder el sentido). Eso no solo alimenta el cuerpo sino también el alma.

Y cafés dobles para desayunar, y camareros guapos que te doblan la dosis de jamón en la “tostá”, y el after-sun a granel después de la correspondiente y refrescante ducha.
 Paseos al caer el sol, fotos y “selfies” espontáneos (aunque suene poco creíble), risas, siestas de las que te descolocan en el calendario. Y sorprendentemente ¡ni un cigarrillo ni una copa!, es necesario aclarar que esto es solo posible si no eres fumador de a diario, obviamente.

Unas vacaciones sin tacones, ni maquillaje, sin filtro en las fotos, sin resacas. Unos días realmente sentidos y vividos para poder seguir sintiendo la vida desde la humildad y la dignidad necesarias.
Y desprendiéndome de mi ocasional arrogancia, mis conclusiones me las voy a quedar en esta ocasión para mí, y lo único que diré a modo de resumen es:

Si te pierdes, búscate en tus raíces.




Saludos y ¡feliz rutina/vacaciones!










miércoles, 18 de junio de 2014

Discapacitados no, pero incapacitados vosotros

Mi post de hoy es algo diferente al tipo de temas que suelo tocar normalmente. Probablemente sea un post mucho más real y refleje más fidedignamente las circunstancias que viven muchas familias con miembros con algún tipo de discapacidad.

Voy simplemente a narrar lo que ha sido una frustrante mañana en la que he acudido a una fundación social a tratar de informarme y asesorarme sobre un asunto de vital importancia en muchos hogares.

Esta fundación, (de la que no daré datos), te recibe con carteles e imágenes que pretenden inspirar "integración social" para personas discapacitadas.
Colgado en la pared, luce un cuadro de la junta de Andalucía (sólo pongo en mayúsculas el nombre de mi Comunidad, y no he puesto "juntiña" por...en fin, sigo), decía que luce um cuadro que te informa de que estás en un Centro Especial de Empleo y Formación para personas con Discapacidad beneficiario de subvenciones establecidas para tal efecto por la normativa vigente.

Pues bien, hemos llegado con esperanzas y expectativas de encontrar una solución real para un familiar, esperanzas que se han ido desvaneciendo en una sala de espera desde la que, sin el menor esfuerzo, podías darte cuenta de la forma de funcionar de todo aquel "tinglao":

Suena el teléfono. Lo coge la mujer de la recepción. Alguien llama para informarse de cómo pueden ayudarles en esta fundación. ¿La respuesta? (Si consideramos tal cosa la contestación de la recepcionista).
-¿tienes Internet en casa? Pues entra e inscríbete.
A lo que entiendo que la persona al otro lado del teléfono respondería que no, ya que la siguiente respuesta de la trabajadora fue que se buscara entonces a algún familiar que pudiera ayudarla...

¡Qué bien! - supongo que pensaría ese chico o chica que llamaba -¡me van a ayudar los de siempre! Pero...¿yo no llamaba porque ellos ya no saben qué hacer para ayudarme...?
Y mientras ésta recibe su salario cada 30 de mes.

Más tarde llamó otra persona porque tenía una llamada perdida de la fundación. La recepcionista, tras pedirle nombre y apellido y gritarlo allí prácticamente por si le sonaba a alguno de sus compañeros, le pidió que se esperara a que la volvieran a llamar, pues era incapaz de saber qué gestor estaba llevando su caso. Tenía allí un ordenador precioooso, pero no le dió por tocarlo oye...

Con lo cual entenderéis que no tenía ni tenga esperanza alguna de que esta gente pueda ofrecerle absolutamente nada a nuestros familiares.

Cuando ha llegado nuestro turno no te dejan pasar al despacho, por lo que cualquier tema de cierta complicación o dificultad intelectual dudo mucho que haya logrado captar mi hermana en este caso.
Total, que ellos financiados con nuestros impuestos, allí con sus despachos y oficinas, sin ponerse de acuerdo por la temperatura del aire acondicionado (que ha pasado), y yo aquí contándooslo y preocupadísima  porqué modelito me voy a poner para la coronación de nuestro querido principito.

Españoles, España ha muerto, buenas tardes.

viernes, 6 de junio de 2014

Una amiga llamada Música

Es mucha la sutilidad con la que la Música entra en nosotros. Y digo música así, en mayúsculas, porque para mí lo merece más que muchos nombres propios.

Sin darnos cuenta una canción, de repente, puede transformarse en la BSO de un determinado momento de nuestras vidas, aunque sea sólo por un corto instante y enseguida haya otra nueva que se haga con el protagonismo.

¿Hoy cuál? ¿Curiosidad eh?
No os digo la canción, sólo un trocito de su letra:
"Soy como una pluma que flota en el aire,
me veo con todo, me veo sin nadie,
no sé de dónde vengo, ni siquiera dónde voy,
no sé lo que llevo, ni siquiera lo que soy".

Y yo escucho esto y sólo me sale pensar: exacto. Es que es eso justo lo que vivimos, lo que sentimos, lo que nos pasa a muchos hoy día ¿no creéis?

Cuando somos niños, afortunadamente, no reflexionamos sobre según qué temas. Nuestra inventiva nos tiene ocupados imaginando mundos, creando vida más allá de lo palpable, y no necesitamos sentirnos identificados o acompañados por nadie, pues a cada rato hemos creado un camino o un amigo irreal diferente, y cuando nos aburre creamos otro y listo.

La cosa cambia algo más tarde, cuando vamos tratando de configurar nuestro alrededor basándonos en unos criterios personales bastante cuestionables.

Yo he oído hoy esta canción varias veces mientras trabajaba, y la letra ha ido calando en mí por momentos.
Porque es así la vida, al menos la que yo vivo. Me veo con todo y me veo con nadie. Descubro sinceridad y traición en cualquier esquina.
Amistades y amores truncados reforzados y suplidos por nuevos amores y nuevas amistades. Una familia originaria, más o menos amplia, según la suerte de cada uno, y una familia "de acogida", esa que no es de sangre pero que tú eliges como familia por ser especial: amigos, mascotas, compañeros del curro...
Todo esto te acompaña a diario y va sufriendo transformaciones a tu gusto. A veces también a tu disgusto.
Te acompaña y te identifica. Te decepciona y te pierdes. Te ayuda y te encuentras de nuevo, y tiras y tiran de ti. Y en esa evolución, y en ese transcurso del tiempo, la inventiva infantil que desapareció en su parcial o total extensión, se sustituye por otra cosa, algo más real pero más doloroso también: buscar tu camino en la vida.
"No sé lo que llevo, ni si quiera lo que soy".

Te metes en cualquier red social y ves justo eso: gente intentando demostrar lo que son. Fotos de su almuerzo, de su último shopping, de sus amigos, de su anillo de pedida... ¿Mostrar o demostrar?

Yo he llegado a la conclusión de que muestra el que es. Demuestra el que pretende ser.

Trato de recordar cuando no estábamos contaminados por esta vorágine de vidas virtuales, cuando nos hacíamos una foto porque el momento así lo merecía, cuando lo que importaba era captar ese momento por tener un valor emocional relevante, estuvieses o no bien vestido o peinado.
Ahora fotografiamos hamburguesas, zapatos y copas de alcohol. Todos eh, yo la primera.
No son actos sinceros, no cuando tenemos 5 capturas del mismo instante.

Y todo esto me lo ha planteado la letra de una canción. Y como dije al comienzo, Música en mayúsculas porque forma parte de mi familia, escogida por y para mí sólo en momentos especiales. Alguien a quien escojo siempre con sinceridad. Una amiga más, a la que hoy le debo una profunda reflexión, la que hoy ha hecho que a partir de ahora sea más selectiva o en lo que soy, y en lo que pretendo ser.


 ¿Cuál es vuestra vida? ¿cuál, vuestra música?

Aclaraciones

Tener un blog me supone, a veces, un acto de responsabilidad. No siempre tengo cosas que decir, o mejor dicho, no siempre tengo cosas a compartir.
Hay gente que me sugiere temas, "oye, ¿por qué no escribes sobre esto o sobre esto otro?".
Pues mira porque no, hazte tú tu propio blog y escribe sobre lo que te apetezca.
No es que me falte opinión sobre esos temas propuestos, bueno, algún tema sí se me escapa claro está, pero sencillamente mi blog es mío, y hablo de lo que me nace a mí.

Y hablo de la responsabilidad al escribir porque pienso que el blog se nutre de seguidores si tú los nutres a ellos con novedades, si no, la gente se despista y se larga. Bueno...no sé hasta que punto me importa eso, la verdad, yo escribo para liberar cosas de mí misma, y cuando esas cosas gustan y además, otros se identifican con tus vivencias, la sensación llena bastante, pero no me "sueno" sincera cuando escribo a desgana (aunque a veces escribo con ganas y tampoco me sueno...)

En fin, reflexiones varias.

No sé lo que espera de mí la gente que entra a leerme, quizá eso me permita escribir y publicar sin tantas miras, sin exigirme nada concreto, sólo respetarme a mí y a la ortografía, claro. Lo demás es un poco secundario.
La naturalidad fluye así, sin "postureo" ni tendencias.

Agradezco enormemente a los que se toman la "molestia" de pasar unos minutos por aquí, echo en falta quizá algo más de interacción, de opinión, de crítica... pero me contento con que al menos me sea de utilidad a mí, que es la principal función que le encontré cuando decidí hacerlo, aunque a día de hoy tenga otras.

Y sin nada más que compartir por hoy, me despido gente!! Saludos!!

viernes, 30 de mayo de 2014

¿Tú también contando ovejitas?

Otra noche más de esas en las que no puedes dormir, y mil ideas te rondan la cabeza. Y tú quisieras entrar en estado comatoso hasta el 2030 por lo menos, pero que va, hoy no va a poder ser según parece. Y encima, lo penoso de las ideas, que esa es otra, que ya ni pa' pensar estamos lúcidos. Menuda sarta de mongolerías nos puede dar por pensar. Hoy toca el cuestionamiento tiempo-espacio. No, no estoy opositando para la NASA ni na' de eso. Jein.....a la Luna me podían mandar a mí, yo que con el culo que tengo floto en el mar, fijo que me adapto prontito a aquello.

En fin que no, que la historia está más bien en si este es el momento de estar aquí. En que te asalten dudas de si estamos aprovechando bien el tiempo y empleándolo en el lugar correcto. En que a veces nos atamos los tobillos falsamente para poder justificar la cicatriz de la barbilla. No se...¿podríais estar en algún otro sitio y no emprendéis el camino por miedo a no saber disfrutar del cambio? ¿O a no saber gestionarlo del todo? La duda esa de, ¿puedo pero, lo merezco?
A veces parece que necesitemos que alguien que esté peor que tú te anime a hacerlo, porque al que está mejor que tú, a ese no te lo crees, porque su positivismo parece menos sincero, o menos objetivo tal vez. Claro tío, si a ti te va fenomenal normal que me animes, pero ¿quién te asegura que a ti te irá igual?
Los cambios dan mucho miedo, y equivocarte más aún, pero no hacer lo que sueñas te crea frustración, y ¿qué es peor, miedo o frustración? El miedo tiene su morbo eh...la frustración sólo trae cabezas cabizbajas, sonrisas a medias, suspiros... Trae inseguridad e infelicidad, trae negatividad.

Y la cosa es que nos estamos acomodando a una vida sin riesgos, a no jugárnosla ni un poquito, y eso está bien una temporadita, de esas que te tomas para no ser tú durante un rato porque te quieres olvidar de algo que no te ha gustado o que te ha dolido, pero llega un momento en el que te miras al espejo y te cuesta reconocerte, y te vas a la cama y no te duermes, y se te vienen a la cabeza tus verdaderos sueños, que no son los que tienes dormido sino los que están precisamente provocando hoy que no duermas, y eres tan hipócrita de tildarlos de "mongolería" porque estás "cagao", y así nos va, viviendo dormidos, soñando despiertos, viviendo y muriendo.

BUENAS NOCHES (y felices vidas)

martes, 13 de mayo de 2014

Marcas blancas

Hay personas que son como la marca blanca de un supermercado mediocre: baratos, sobrepromocionados y rápidamente desechables.
Son como esa golosina que, desde el fondo del paquete transparente, ven como se quedan para el final, cuando ya están "duritas" y, en un ataque de hipoglucemia, alguien termina por cogerlas y, con desgana, se las llevan a la boca y las mastican esperando que sepan cercanamente parecidas a sus dulces compañeras.
Son gente insípida, simple, fácilmente sustituibles, son gente sin alma ni carisma que las caracterice.

Me pregunto cómo y en qué momento abandonaron su propio crecimiento personal, su carrera por la superación. Qué suceso les ocurrió para que acabaran convirtiéndose en un cúmulo de circunstancias en lugar de en un cúmulo de decisiones.
Supongo que no serán conscientes de ello ¿no? porque si encima lo son...ya es penoso del todo.
Hay gente por ahí dejándose arrastrar por la marea que a veces es la vida, y les da igual dónde ésta las pueda llevar. Van a la deriva, sin rumbo fijo y sobretodo, sin ilusiones por llegar a algún puerto concreto.

Por un lado los miro y digo: ¡estos cabrones de infarto no se van a morir desde luego!, pero por otro lado llego a la conclusión de que felices tampoco. Porque la felicidad es algo muy personal y muy subjetivo, vale, pero va en gran medida relacionada con la plenitud que llegues a alcanzar como individuo,  y si nada de lo que te rodea te lo has procurado tú, si las piedras del camino te las han quitado otros, o si has preferido tomar caminos más fáciles por no complicarte demasiado...¿qué plenitud puedes sentir? ¿Qué orgullo propio te queda?

No sé si estoy siendo algo dura o insensible con este tipo de personas, pero yo pienso que en la vida existen dos tipos de personas: ganadores y perdedores, luchadores y conformistas, y yo voy a hacer todo lo que esté en mí para no formar parte del segundo grupo.

Está claro que a veces nos falta estar en el momento y lugar correctos, que la suerte influye, pero dicen que "la ocasión la pintan calva", por lo que si no estás ahí...no la verás amigo mío.

Total, que vamos a mover todos un poquito más el culo, vamos a marcarnos metas, aunque sean pequeñitas, y vamos a ir llenándonos poco a poco de valores, que estos serán al fin y al cabo, nuestras pequeñas dosis de "felicidad".

lunes, 12 de mayo de 2014

Noches de verano.

En su mano una helada copa de vino blanco. El viento meciendo su pelo, envuelto ahora en olor a mar. Un cigarrillo con sabor a canela posaba sexy en sus suculentos labios, bañados coquetamente en gloss.
Al fondo risas. Gente ruidosa y feliz que charla apaciblemente en la terraza del café de siempre.
Un blues ameniza el ambiente.

Recién llegada de su inquietante e irrefrenable vida de ciudad, Alma se reúne un verano más con su pandilla de toda la vida. Para ella es como volver a casa por Navidad, aunque le reconforta saber que esta familia está cuidadosamente elegida.

Todos se conocen con sólo mirarse. Todos siente el palpitar del otro.
Los problemas y las cargas se han quedado tras la puerta de casa de Papá. Este es el momento de rememorar antiguas anécdotas. Pillerías y trampas. Amoríos de verano, con sus historias de celos incluidas.

La comida ha sido encargada por el chef más refutado de toda la comunidad. El "guaperas" del grupo, el aún soltero de oro con el que todas trataban de acabar en la cama pero que conseguía siempre, de una forma talentosa y elegante, salir indemne de los envites de las féminas.

Marcos había seleccionado para esta ocasión un menú algo vanguardista pero, como él solía decir: "de los que llenan el estómago". No era partidario de la cocina minimalista y sus amigos lo sabían, por lo que no los decepcionó con su exquisita selección de quesos, mermeladas, vinos, foies y demás manjares con los que saciaron sus apetitos en esta noche de verano.

Por delante quedaban horas de disfrute, rodeada de buenos amigos, de sonrisas cómplices, de alcohol y conversaciones subidas de tono. Probablemente acabarían todos de nuevo en la piscina o en la playa, cantando y gritando, y pensando bajo la tenue luz de la luna, que ojalá esas noches de bohemia nunca acaben, que ojalá ese frenesí de libertad que se respira en la húmeda orilla de su preciosa costa, no se pierda entre sus agitadas vida fuera de aquél pequeño pueblo pesquero.

En unos días estarían volviendo a sus respectivas realidades. El médico, la profesora, el chef y la abogada. Todos a sus puestos y a sus ajetreadas vidas, pero seguros de que algún día volverían para no marchar jamás. Porque este era su hogar, aquí estaban las cosas importantes de sus vidas, aquí estaba la esencia de sus espíritus, esos que un día decidieron partir en busca de un futuro más prometedor, pero con el fruto del cual, volverían a casa para algo más que para Navidad...

domingo, 20 de abril de 2014

Adultos, adultos...

Esta reflexión lleva escrita semanas sin que me decidiese a publicarla. ¿Por qué? por la tristeza que me produce pensar que esta sea mi perspectiva de las cosas.
Me he dado durante días la oportunidad de cambiar de opinión, de tacharlo todo y empezar de nuevo impregnando mis palabras con trazas de optimismo. Pero siento reconocer que no lo he logrado.

¿Recordáis las películas Disney? Todas con su moraleja, sus protagonistas y sus villanos. Creo que si hay una con la que los niños no se asombraban de las cosas que sucedían, esa era la de Peterpan. Porque en Peterpan sucedían las cosas que realmente ocurren en la mente de los niños. Plasma fidedignamente la fantasía creativa propia de esa edad.

De niños podíamos ser algo distinto cada día. Hoy un shérif, mañana un pirata y pasado quizás eras médico. Ese día le molabas más a tu madre y tus abuelos ya te imaginaban cual indigne doctor.

Y en algún momento, sin ser tu consciente, perdemos esa capacidad creativa. En algún instante despertamos de nuestros sueños, de esos que se tienen estando ya despiertos, y nos damos cuenta de que ya no somos lo que queremos ser.
La vida deja de ser tan "guay". Las cosas no ocurren como creías que ocurrirían ni tienes esa libertad que tanto ansiabas (volar libre cual Peterpan).

Vamos cumpliendo años y lo que creíamos que nos identificaba va perdiendo su sentido.
Los sueños se estrellan contra las responsabilidades, las arrugas aparecen y las sonrisas se esconden. Ya todo no se limita a sacar buenas notas y dar vueltas con los colegas por la calle. De hecho, de esos colegas ya solo te quedan uno o ninguno. Te desvinculas de mucha gente, gente que creías importante y verdadera. Te vinculas a otra nueva que va llegando a tu vida y de la que no sabes si terminar de fiarte. Te planteas mil cosas por hacer y acabas no haciendo ninguna porque siempre surge algo más necesario, aunque no lo sea para ti exactamente.

Porque ser mayor te creaba expectativas. Ser mayor era irte a la cama cuando quisieras, sin lavarte los dientes incluso. Ser mayor era conducir, era hacer viajes con amigos. Ser mayor era no tener hora de recogida el sábado ni hora de desayuno el domingo. Ser mayor era fumar, era opinar pareciendo sabios y sin que te rebatieran la opinión.
Ser mayor era...
Qué minúscula debía ser la mirilla por la que nos asomábamos a la vida de nuestros mayores.

Y llega el momento de sacarte el DNI. Y lo vives como todo un evento. Sales fatal pero da igual, de hecho no lo sabes hasta años después, y ya sientes que eres algo más mayor. ¡tengo DNI tito! le dices a tus mayores, y ellos se esfuerzan por sonreír y aparentar que la cosa merece tal celebración, porque ellos saben que se empieza por ese documento pero que a partir de ahí lo que te definirá en la vida será eso: números. Bueno, números y letras, pero principalmente números: tu media de selectividad, tu nivel de estudios, tu sueldo, la marca y modelo de tu coche, tus años de hipoteca...y un sinfín de datos insignificantes que se supone que te definen.

Y así pasamos de ser "Peterpanes" a ser adultos. Pasamos de los castillos en las nubes y los algodones de azúcar a la mala leche y el humor de perros de nuestra particular interpretación de Capitán Garfio. Pero, ¿os habéis parado a pensar que quizá ese despiadado capitán no era tan malo? ¿No se os ha ocurrido que tal vez su único problema era que se había "vuelto" adulto?

martes, 8 de abril de 2014

"Tenemos que hablar"

"Tenemos que hablar" ¿Os imagináis utilizar esta socorrida expresión para algo distinto a una sobrevenida ruptura? No se...para algo bonito. Por ejemplo: cariño, tenemos que hablar. Ven, que quiero hablarte. Quiero contarte algo al oído, bajito, muy bajito, casi inaudito para tu cabeza, sólo para que lo oiga tu corazón.

Ven que quiero hablarte y decirte que confíes, que no te pierdas. Que no desaparezcas de este camino que te trajo a mi.

Ven que quiero agarrar tu mano, sentirla, acariciarla. Quiero que me cuentes qué tal tu día cuando acabe la jornada. Quitarte la camisa y oler tu cuello. Un masaje tal vez...o una cafetera de fondo, silbando bajito que el café ya está listo.

Quiero acompañarte en tus días grises y ponerles la banda sonora perfecta que arregle tu humor de perros. También quiero que me ciegue el brillo de tu sonrisa en tus días felices, y alumbres así mis bajadas de ánimo.

Quiero aconsejarte cuando lo necesites, y querer a los tuyos como los quieres tu.

Ven que quiero que sepas que soy yo ¿o es que no lo ves? Que soy yo quien quiere decirte  cada día "tenemos que hablar" sin que signifique lo mismo que para el resto. Porque ni tu eres común, ni yo soy ya normal.

viernes, 4 de abril de 2014

La clase de Filosofía

Estás cansado. Muy cansado. Hastiado ya. ¿Dónde puedes echar la instancia para volver a ser niño? ¿Dónde, las insaciables fuerzas y la creatividad para imaginar el mañana?
Estás decepcionado y harto de chocar siempre con obstáculos. Y si al menos fueron tus propios obstáculos...todavía, pero cuando ni tuyos son ¿qué haces? Cuando colaborar es insuficiente, cuando te tienes que manchar de fango hasta el cuello, y asfixiarte, y fatigarte por decisiones que no tomaste tu.

No hacerlo es otra opción, mantenerte al margen y permanecer inmóvil. Pero esa opción no te deja tranquilo. Te pisotea y pisotea la conciencia, no te deja disfrutar de tu "aislamiento", porque se aíslan los ojos, pero no el corazón. El corazón siempre tiene buenas intenciones. Y entonces vuelves a empezar. Y te implicas como buenamente sabes. Y nunca tiene fin. Porque hay túneles sin final. Hay vidas que sólo se alumbran por falsos fluorescentes que a menudo se funden, dejándote a oscuras y, una vez más, perdido.

Te sientes engañado y ni siquiera sabes por quién. ¿Qué menos que un culpable al que encararte no? Alguien a quien echarle las culpas de tu truncado camino. Y eso es peligroso. Buscar culpables siempre ha sido peligroso y además requiere de responsabilidad. La responsabilidad de ser justo y objetivo antes de alzar la voz y el dedo contra alguien. Pero de qué justicia valerte si la rabia de tu propia injusticia te pierde y te ciega.
"Yo soy yo y mis circunstancias". Claro. Y las circunstancias ajenas que te caigan en lo alto. De ésas no te hablaron en clase de filosofía, cuando ibas al instituto, contabas con 16 años de edad y tus preocupaciones se limitaban a aprobar exámenes y gustarle al chavalillo de turno.

La vida. El reloj al que no hace falta reemplazarle la pila. Cuando se acaba, se acaba para siempre, pero mientras dura, puede parecer un eterno infierno o un dulce y, a menudo, pequeño trocito de cielo azul, con su sol, sus nubes y sus pajaritos.

domingo, 9 de febrero de 2014

Cobarde

Ultimamente se siente cobarde. Su cuerpo y su cabeza le piden claramente algo, no tanto quizás su corazón que está un tanto pasota. En su mundo, estable aunque algo monótono, alguien anda trastocándolo todo, revolucionando por momentos esa calma y esa quietud que se había procurado para sí mismo. Consigue que deje de ser él al 100%, lo pone nervioso, a veces hasta se bloquea, sin que entienda el porqué, pues no se considera fácilmente impresionable.

Claro que, no estamos hablando de una persona cualquiera. Ella es una persona totalmente esperpéntica, algo fuera de lo común, tremendamente original e ingeniosa. Brillante, diría él. No es una persona de a pie, no entra dentro de lo normal ni lo convencional. Eso es lo que le gusta. Que no sigue lo marcado ni lo ordenado por nada ni nadie. Alguien con sus propias pasiones, algunas muy en común con él, de seguras y fuertes convicciones, alguien que otros definirían como "todo un personaje".
Pero a él ese personaje lo trae loco, teniendo en él un doble efecto: por un lado lo paraliza, hasta llegar a producirse esos incómodos silencios en los que no sabes dónde mirar ni de qué hablar, por otro, hacía que se quedara siempre con ganas de más. De más conocerla, de más mirarla, de más oírla, de más todo...

Y cuántas cosas no le diría, si fuera el caso de decírselas. Y cuántas palabras no intentarían hacerle el favor de expresar lo que tan fácilmente dice su mirada cuando la tiene delante.
Pero las tiene prisioneras de su boca. Castigadas. No las deja salir porque quiere que aprendan que no siempre es que sí. Que no hay que dejar tan desprotegida el alma, pues quien quiera entenderse con ella solo tiene que fijarse en cómo lo miras, y que en ese idioma, el de las miradas, le estás gritando lo mucho que te gusta pasar tiempo a su lado, que te haga reír, lo mucho que te fascinan sus maneras...

Pero se acobarda. No se atreve a apostar más duro, no sabe si es mejor el pájaro en mano o el ciento volando. Es un riesgo a correr y está a medias, conformándose con lo que hay pero sabiendo que en algún momento le será insuficiente.

Por lo pronto, y como las palabras se las lleva el viento, procurará seguir disfrutando de los hechos, y derritiéndose al mirarla y derritiendo todo lo que los rodee, pues el primer beso no se da con los labios.

martes, 21 de enero de 2014

Euforia

Hoy estoy que exploto.  Ya lo decía hace unos días: “Hoy, se me sale el corazón por la boca, debe ser que se aproxima nuevo post”. Y no me equivocaba, de hecho, aquí está. 
Hoy es uno de esos días que yo denominaría “eufórico”, y ¿qué es un día eufórico para mí? Pues os lo voy a contar, y espero que sepáis de lo que hablo, porque estos días son muy necesarios de vez en cuando.

Un día eufórico es uno de esos en los que cada poro de mi piel sabe a algo distinto. Y nuevo. Y genial. 
A cosas inenarrables. No sé si habéis tenido alguna vez un día de estos, pero espero que sí porque, son días en los que te sientes jodidamente viva, hasta el punto en que no tienes centímetros cúbicos suficientes de oxigeno en tu organismo para soportarlo.Y te ahogas.Y te aprietan por dentro un cúmulo de cosas que a saber de dónde coño provienen.
Días en lo que no soy nada físico, ni palpable. Como una nebulosa, como una bomba de relojería a punto de estallar. Días con licencia para escupir a la cara al que se atreva a decirte que no. De sueños por cumplir, de subir escalones de ilusión, apretando el culo y sin que haya Dios cristiano que pueda pararte.
Son los momentos en los que más claro tienes lo que quieres o no quieres ser en la vida. Lo que quieres tener o lo que de un plumazo destruirías. Cuando nada te costaría decidirte entre, meterte en una guerra por amor o guardar tus armas y dejar que la dignidad actúe.

Dignidad en el amor. Así, como concepto. Qué hostia le metía a aquél que se atrevió a inventarlo e incluirlo en el alfabeto de cualquier lengua. ¿Quién es nadie para atreverse a definir tal cosa? Cuando para cada cual tiene un significado completamente distinto. Es más, hasta por sexos, cambia radicalmente el significado.
Las mujeres somos muy dadas a encorsetarnos con esta palabreja maligna. Y eso que ninguno de los preceptos que aplicamos a su significado son correctos, pues no aplicamos más que el significado que la Sociedad tiende a darle.

Pues bien, en mis días eufóricos me sobran los cojones para luchar por lo que quiero sin importarme si a los demás les parece digno o no. Sin ensuciar mis instintos con un falso “postureo bien queda” de hacer lo que queráis considerar digno.
Este es un debate muy peligroso, lo sé, pero es el que se me ha presentado últimamente. Cuando quieres algo ¿debes jugar o plantarte? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde luchar? ¿Quién decide cuánto puedes hacer hasta conseguir tus sueños?
Por favor, que vuestra respuesta, sea la que sea, (no soy yo nadie para decidir si correcta, o no), nunca esté marcada con trazas del concepto social de dignidad. La dignidad te la pones tú, o mejor dicho, te la impones tú. Nadie más. Sólo tú decides cuánto luchar por algo o alguien, y cuando rendirte y darte cuenta que no es para ti.

Y por si a alguien se le ha despertado la curiosidad, mi euforia, que es a lo que venía todo este rollo, mi euforia se debe a que, cada vez soy capaz de darme cuenta antes de que algo no es para mí, y además aceptar que así sea. Quién me conoce bien, sabe que cabezona soy para esta vida y para las siguientes 9 reencarnaciones, pero, si algo te va dando la experiencia, es a vivir las mismas situaciones de manera más inteligente cada vez. Y contenta estoy por ello. 
Tengo mucho de lo que disfrutar sin dejar que la incertidumbre me afecte. Voy a hacer lo que me apetezca, os parezca o no digno. Y vosotros haceros un favor y haced lo mismo. Un saludo.